SER MADRE Y MUJER FELIZ, SIN MATICES

Nuestro día se acerca, mamás… y si de algo estoy segura es que a una madre, desde que nace un hijo, se le otorga el carnet de culpabilidad. La CULPA acompaña al amor, a las dudas, los miedos, las alegrías, el cansancio, los enfados, la resignación, los sacrificios…

Si se tratara de la receta de un bizcocho, la culpa sería, junto con el amor, uno de los ingredientes con mayor peso. ¿Lo sientes así? ¿Cuántos gramos pesa la culpa en tu receta? ¿Cuántas veces aparece a lo largo del día o de la semana? ¿Es el mismo tipo de culpa cuando los hijos son bebés que cuando son niños, adolescentes o incluso adultos? Las mamás veteranas podrán responder mejor a esta última pregunta… ¿Y qué me decís de la culpa por no sentir culpa? ¿También os ha pasado? “Uff, qué “malamadre” soy que me he ido con las amigas estando el niño malo, y dejándolo con su padre… ¡y encima me lo he pasado bien!”.

DE DÓNDE NOS VIENE LA CULPA

Habrá una parte biológica; cuando una es madre tiene la obligación de cuidar de sus “cachorros”, asociado a la supervivencia de la especie pura y dura: alimentarle, protegerle de peligros, asegurar horas de sueño y darle amor y cariño. Desgraciadamente no todos quieren o pueden cubrir estas necesidades mínimas. Si no quieren, no habrá culpa alguna (aquí hablamos de progenitores desorganizados, posiblemente maltratadores, etc.); si no pueden, el grado de culpa será terrible.

Pero también podemos hablar de una culpa “social”, instaurada sobretodo en las mujeres por el eterno papel de cuidadora, mujer entregada a los suyos, sacrificada y dócil. Este rol se nos inyecta en vena desde niñas, a veces en la propia familia, otras veces no, pero que se respira en el ambiente (anuncios de televisión, dibujos animados, películas, juguetes con gran diferenciación de género…), pero en paralelo, y es lo que nos distingue de nuestras madres y abuelas, se nos ha dicho que podemos volar, que podemos estudiar, tener una carrera profesional, llegar a lo más alto, disfrutar de las amigas, viajar, tener diferentes parejas o compañeros… y lo hemos hecho.

Hemos volado, estudiado, salido de marcha, viajado, alcanzado puestos de cierta importancia… y al tener los hijos, nos hemos encontrado con esa dicotomía que hace que surja la CULPA:

  • Quiero pasar tiempo con mi hijo, pero también quiero seguir desarrollando mi carrera profesional
  • Quiero ir con mi hijo al médico cuando está malo, pero no quiero que me miren mal en el trabajo.
  • Quiero disfrutar el tiempo de parque con mi hijo, pero cuando salgo de trabajar estoy más que cansada.
  • Quiero seguir viajando, quiero ver a mis amigas, quiero seguir soñando…
  • Quiero dedicar a mi segundo hijo el tiempo y la paciencia que tuve con el primero, pero no puedo…
  • Quiero seguir tratando al primer hijo como a un niño, pero le he hecho mayor antes de tiempo porque ha llegado otro bebé…

Y podríamos seguir poniendo ejemplos y ejemplos y más ejemplos, que seguro que se os ocurren y os invitamos a compartir a continuación.

Casi todos estos ejemplos son una lucha entre nuestro lado “Cuidadora a cualquier precio” y nuestro lado “Mujer, tú puedes llegar donde quieras”.

CÓMO ENCONTRAMOS EL EQUILIBRIO

Es muy complicado, no solo depende de nosotras. No nos pongamos otra carga y culpa más, como si todo esto fuera responsabilidad única. Muchas tenemos parejas que colaboran de manera equilibrada en la casa, con la crianza y el “mantenimiento del hogar”. Esto facilita mucho la labor, pero la culpa sigue ahí por esa bipolaridad con la que nos hemos criado. Nosotras siempre queremos llegar a más y “darlo todo” más.

Hay otras muchas mujeres que no cuentan con esa colaboración, bien por no existir pareja o personas de apoyo, bien porque existe pero como si no estuviera, o bien que aunque la tenga y la colaboración sea más o menos pareja, la carga es excesiva. En estos casos, la culpa está y en mayor grado, porque realmente es imposible llegar a todo.

No olvidemos que cuando la culpa es nuestro motor, podemos realizar conductas que, lejos de ayudar, perjudican a nuestros hijos (evitamos los conflictos y los límites para que no lloren, les colmamos de objetos materiales, etc.).

En la CONCILIACIÓN hay gran parte de la solución. Si se consiguiera que desde la EDUCACIÓN se fomentara la necesidad de otra realidad para la mujer, tal vez en generaciones posteriores nuestros políticos estén más concienciados y puedan ayudar a las empresas (que para entonces estarán también más concienciadas) a hacer otras políticas más justas.

Con esa educación también conseguiríamos que las niñas no adquieran per se ese papel de cuidadora a cualquier precio, si no que todos cuidemos igualitariamente; y que todos podamos soñar, y todos podamos de vez en cuando salir a tomar algo con los amigos, hacer algún viaje y escoger nuestra profesión porque sea lo que nos apasiona, y no por el número de horas que voy a tener que estar y sacrificar de pasarlas con mis hijos.

Entonces sí podremos decir FELIZ DÍA DE LA MADRE, sin matices ni añadidos… No obstante, permitámonos el lujo de disfrutar de este día, de que nos cuiden y nos mimen, sin más.

FELIZ DIA DE LA MADRE

 Si al leer esto, como madre, te ha hecho darte cuenta que el sentimiento de culpa lleva las riendas de tu vida y condiciona todas tus acciones, tal vez necesites ayuda profesional para dar un giro. Te sugerimos ponerte en contacto con nosotras  pidiendo aquí una cita 

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