REDES SOCIALES VS VIDA REAL

Hace unos años que han llegado, y por supuesto, han venido para quedarse. Los smartphones, las tablets, ipads, etc. facilitan nuestras vidas y nos ayudan a estar conectados en casi cualquier lugar a cualquier hora. Hoy en día es difícil no pertenecer a alguna de las infinitas redes sociales que han invadido nuestra vida virtual, y sin darnos cuenta, nuestra vida real.

No se puede negar su utilidad: mirar el tiempo en el momento antes de salir o decidir un plan, quedar con los amigos al unísono, sin necesidad de hacer varias rondas de llamadas entre unos y otros, acercar a los amigos y familiares separados por muchos kilómetros, estar al día de las noticias, tener acceso a toda la información infinita (de la calidad de la misma habría que hablar en otro momento…), y un largo etcétera de beneficios que os invitamos a trasladar a continuación de este artículo.

Y, ¿cuál es el problema entonces? ¿Realmente lo hay, o somos unos paranoicos reacios a los avances tecnológicos?

No debemos olvidar la otra cara de la misma moneda. Como en casi todas las cosas, todo tiene un término medio en el que se encuentra la virtud. El uso desmesurado de estas tecnologías es el que tiene que alertarnos:

  • Tiempo invertido en comunicarte con los amigos, familiares o incluso desconocidos a través de las redes sociales.
  • Tiempo invertido en permanecer informado de todo (política, deporte, el tiempo o lo que más te pueda interesar a ti)
  • Tiempo invertido en revisar tus redes sociales habituales (Facebook, Twitter, LinkedIn, Istagram, etc.)

Cuando hablamos de TIEMPO INVERTIDO, no hablamos de algo mensurable. Cada uno debe utilizar el sentido común y revisar si es excesivo o si le roba tiempo de otras actividades que antes realizaba y consideraba importantes. Pueden ayudar preguntas como las siguientes:

  1. ¿Qué cosas has dejado de hacer o haces de forma simultánea y tienes la impresión de no estar enterándote?
  2. ¿Cuántas veces te dan “toques de atención” las personas a tu alrededor recriminando tus “ausencias”, en aras de necesitar consultar esto, o contestar al otro…
  3. ¿Cuántas veces te molestas, teniendo que explicar que es que tenías que mirar cómo llegar a un sitio, o una cosa del trabajo, o ver el tiempo que va a hacer, o comprobar que las acciones no han subido antes de salir de casa?
  4. Cómo es el grado de molestia o enfado que sientes cuando recibes esos toques de atención. Revisa si en este caso se cumple el antiguo dicho: “El que se pica, ajos come” o si verdaderamente la persona que te increpa tu uso desmesurado es un pesado que se queja siempre de lo mismo.
  5. Cuántas veces te has sorprendido mirando el móvil sin darte cuenta.
  6. Cuántas veces has entrado en el móvil para mirar algo concreto (la hora, un mensaje, etc.) y te has encontrado navegando por Facebook u otras redes.
  7. Cómo te has sentido y qué has hecho si te das cuenta que has olvidado tu móvil en casa.
  8. ¿Has intentado reducir el uso de estas tecnologías y no has podido?

Tal vez ahora, según leas esto, no puedas poner cifras a todas estas preguntas, pero trata de pensar en ello cuando te ocurra, cuando te sorprendas navegando. Lo saludable sería que pudiéramos darnos cuenta nuestro grado de dependencia, asumirlo y reaccionar. Todo ese tiempo invertido y ese grado de necesidad nos ha apartado, progresivamente y sin darnos cuenta de cosas tan bellas como:

  • La improvisación (ya no salimos sin consultar el tiempo o el estado de carreteras, o sin comprobar la calidad de tal o cual restaurante)
  • Disfrutar al 100% de la actividad en al que estemos presencialmente (charlas con familiares o amigos, todos con el móvil próximo y mirando con más o menos frecuencia, excursiones, paseos, películas, etc.).
  • El fomento del esfuerzo y la paciencia se van disminuyendo. Con la ayuda de las redes sociales y las nuevas tecnologías en general, todo es para YA. La inmediatez puede ser buena en algunos casos, pero no olvidemos que si absolutamente todo es inmediato, cuando no lo sea, nos generará una gran frustración; la tolerancia de la misma irá desapareciendo, necesitando todo con gran celeridad.

Y si todo esto nos puede pasar a nosotros, los adultos, personas responsables y con herramientas para afrontar situaciones nuevas, más o menos complejas (léase esto con un tono irónico), qué será de los niños, sin experiencia, sin madurez, sin herramientas… les estamos dando las llaves del Ferrari a niños de 10 años. De esto hablaremos en próximos posts.

 Si esto te ha hecho plantearte algunas cosas o te ha preocupado la relación que tienes con las redes sociales y nuevas tecnologías, tal vez podamos ayudarte a reflexionar sobre ello y cambiar determinados comportamiento. Te sugerimos ponerte en contacto con nosotras  pidiendo aquí una cita 

Si estáis interesados en no perderos  ninguna de nuestras noticias o publicaciones en éste u otros blogs en los que colaboramos, os animamos a suscribiros a nuestra newsletter:

SUSCRIBIR A LA NEWSLETTER DE ENEA